Renuncias

| viernes, 26 de febrero de 2010

(música de fondo para este post: "Si te Vas", por Alfredo Zitarrosa)

renunciar. 1. ‘Hacer dejación o privarse voluntariamente de algo’ (Real Academia Española Diccionario Panhispánico de Dudas - Primera edición)
Una renuncia puede ser muchas cosas. Inicialmente uno tiende a asociarlo con un telegrama, una nota, o una carta, con lo cual cabe preguntarse si no se trata en alguna medida de un género literario. Aunque claro, renunciar es también irse de unos lugares (físicos o de los otros), sea porque sucede que preferimos otros, sea porque de pronto nos encontramos con que ya no nos pertenecen, sea porque llueve.
Toda renuncia es, también, una decisión íntima y personal, ya que en ella interviene la voluntad... bueno, siempre y cuando nuestra voluntad no esté jaqueada por otros, supongo...
Cualquier elección implica necesariamente renuncias múltiples: pedir un helado de dulce de leche es renunciar a los otros setenta y cuatro gustos disponibles que minuciosamente hemos revisado antes de tomar la compleja decisión. Para quien esto garabatea, esta idea es intolerable y angustiosa.
Que a uno "le pidan la renuncia" es, además de una contradicción, un eufemismo de dudosa eficacia.
Algo más: En "Tres Versiones de Judas" de Borges, el teólogo Niels Runeberg interpreta la traición de Judas como una renuncia: "(...) fue uno de los apóstoles, uno de los elegidos para anunciar el reino de los cielos, para sanar enfermos, para limpiar leprosos, para resucitar muertos y para echar fuera demonios (Mateo 10: 7-8; Lucas 9: 1). Un varón a quien ha distinguido así el Redentor merece de nosotros la mejor interpretación de sus actos. Imputar su crimen a la codicia (como lo han hecho algunos, alegando a Juan 12: 6) es resignarse al móvil más torpe. Niels Runeberg propone el móvil contrario: un hiperbólico y hasta ilimitado ascetismo. El asceta, para mayor gloria de Dios, envilece y mortifica la carne; Judas hizo lo propio con el espíritu. Renunció al honor, al bien, a la paz, al reino de los cielos, como otros, menos heroicamente, al placer." Y recibe de uno de sus refutadores esta respuesta: "Borelius interroga con burla: ¿Por qué no renunció a renunciar? ¿Porqué no a renunciar a renunciar?".
Dicho esto, renuncio.

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