Civilizados

| martes, 18 de octubre de 2011


(música de fondo para este post: "Chacarera de un triste" por Mercedes Sosa)


Una vez asesinado Dorrego, los unitarios dieron rienda libre a su odio político (...).
Son los ilustrados que intentan imponer la civilización a palos (...)
Juan Apóstol Martinez patrulla toda la provincia de Buenos Aires en busca de enemigos. Y cuando los encuentra los obliga a cavar sus propias fosas. Pero es el tipo de muerte lo que horroriza. Ata a los gauchos a las bocas de los cañones y sus cuerpos son destrozados por las metrallas. El coronel Juan Ramón Estomba asesina de esa manera al mayordomo de la estancia Las Víboras de los Anchorena, sólo porque no sabe o no quiere decir hacia dónde se ha marchado Rosas. El coronel Rauch, pérfido enemigo de Dorrego, ajusticia a sus prisioneros por partes, a hachazos. En pocos meses son asesinadas más de mil personas, incluso niños de siete años que llevaban la divisa federal. En 1829 los registros indican que por única vez en la historia, las muertes sobrepasaron a los nacimientos. (...) Estomba comete tal grado de atrocidades, que sus propios oficiales lo amarran a la cama y lo llevan maniatado a Buenos Aires, donde muere en un hospicio.

Hernán Brienza, "El Loco Dorrego"

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