Nido

| martes, 24 de abril de 2012
(música de fondo para este post: "Drive", por R.E.M)


Todos tenemos el mismo sillón de Johanneshov tapizado con rayas verdes Strinne.
Todos tenemos las mismas lámparas de papel Rislampa/Har, fabricadas con alambre y papel ecológico sin colorantes.
Los cubiertos Alle, de acero inoxidable y aptos para el lavavajillas.
El reloj Vild de acero galvanizado que estaba en el recibidor, y que, por supuesto, no podía dejar de tener.
Y como no! las estanterías Klipsk.
Y también las sombrereras Hemling.
El juego de edredones Mommala, diseñado por Tomás Hairla y disponible en los siguientes colores:
Orquídea.
Fucsia.
Cobalto.
Ébano.
Azabache.
Cáscara de huevo o brezo.
Me había costado una vida comprar esos muebles y utensilios. La laca de fácil cuidado de las mesitas Kalix.
Las mesas nido Steg.
Compras muebles. Te dices a ti mismo: Éste es el último sofá que necesitaré en toda mi vida. Compras el sofá y durante un par de años te sientes satisfecho de que, aunque no todo vaya bien, al menos has sabido solucionar el asunto del sofá. Luego, la vajilla adecuada. Luego, la cama perfecta. Las cortinas. La alfombra.
Finalmente, te quedas atrapado en tu precioso nido y los objetos que poseías ahora te poseen a ti.

Chuck Palahniuk, "El Club de la Pelea"

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